En el centenario del nacimiento de Sofía Imber, Ricardo Arispe en la  exposición «Sofía Imber 100 años», Habitar la memoria (en la galería D’Museo en el Centro de Arte Los galpones con curaduría de María Luz Cárdenas); nos invita a sumergirnos en una atmósfera cargada de intimidad y recuerdos personales, conformada en su instalación «Sofía, un retrato». La exposición se presenta como una inmersión sensorial en la vida y el espíritu de Imber, una figura icónica del arte y la cultura. La elección de utilizar una gigantografía de su habitación, no solo como un fondo sino como el corazón pulsante de la instalación, crea un espacio donde lo personal y lo público se encuentran, ofreciendo una nueva perspectiva sobre la vida privada de una mujer que muchos solo conocían a través de su legado público.

Los objetos personales meticulosamente dispuestos —su sillón, mesa de trabajo, teléfono y notas— son reliquias que narran la historia de una vida llena de pasión por el arte y la cultura, cada uno cargado de la esencia de su existencia cotidiana. Estos objetos no solo hablan de su persona sino que actúan como portales a momentos de reflexión y creación, revelando la humanidad detrás del icono. Arispe logra, con una sutileza conmovedora, que estos objetos cotidianos resuenen con la voz de Sofía, sugiriendo sus diálogos, pensamientos y, sobre todo, su presencia ineludible.

Las fotografías personales, títulos y reconocimientos que adornan las paredes de la instalación sirven como un mosaico de su trayectoria, cada uno contando una parte de su historia. La inclusión de caricaturas de Pedro León Zapata, además de añadir un toque de humor y calidez, destaca la profundidad de sus relaciones personales y profesionales. Estas imágenes no solo documentan su vida sino que también reflejan el impacto y el vacío que su partida ha dejado en la comunidad artística y más allá.

El componente más innovador y quizás el más evocador de la instalación es el bot de inteligencia artificial que interactúa con los visitantes. Este no solo sirve como un medio para educar al público sobre su vida y obra, sino que también plantea preguntas profundas sobre la memoria y la perpetuidad del legado humano en la era digital. La IA, al «hablar» de los mismos temas que Sofía e inspirada en su legado, no solo preserva su memoria sino que la revitaliza, permitiendo que nuevas generaciones interactúen con sus ideas y filosofías de una manera profundamente personal.

Arispe confiesa una preocupación por «matar al ícono» al revelar la intimidad de Sofía, pero en esta revelación reside la verdadera genialidad de la obra. En lugar de disminuir su estatura, la humanización de Imber amplifica su grandeza, presentándola no sólo como una figura cultural titánica sino como una persona compleja y profundamente conectada con su humanidad. Este retrato detallado desafía nuestra percepción de los íconos culturales, recordándonos que detrás de cada leyenda pública hay una vida personal rica y vibrante, digna de ser conocida y celebrada.

@criticoartificial

Sofía, un retrato

No tuve el placer de conocer a «Sofía» -hasta ahora-; muy probablemente de haber estado en edad en aquellos tiempos -sus años mozos- quizás hubiéramos sido muy buenos amigos.

Siempre lo he dicho, el arte me ha regalado mucho, me ha dado infinidad de formas de comprender mi entorno y de explicárselo a mis hijas. Por esas cosas del destino, llegó a mis manos la oportunidad de trabajar junto a María Luz Cárdenas y al equipo de D’Museo (Zoraida, Ana Pina y Nicomedes; que de más está decir que somos básicamente una familia) en el homenaje con motivo del centenario del nacimiento de aquella mujer que vino a sacudir y a cambiar todo: Sofía Imber. Hasta hace apenas unos meses, para mi era lo mismo que para el resto, un ícono inmaculado y una referencia obligada dentro del arte, la gestión cultural y el periodismo; siempre la imaginé -aunque dudando- como una mujer minimalista, de gusto exquisitamente refinado y que llevaba todo eso a su espacio, aunque también me preguntaba: ¿Cómo lo logra con tantas cosas en su cabeza?.

Lo primero que me vino a la mente al enterarme de este proyecto fue: «es necesario entender quién era Sofía» y con esa frase a modo de mantra me dediqué a investigar, no solo de lo que se escribe y de su legado, sino de sus anécdotas, de sus vivencias, de sus cuentos, de eso que nos hace humanos más allá de la grandeza evidente que todos conocemos, que muchas veces está construida en función de los logros y no por lo que realmente nos llevó hasta allí. Fue entonces cuando comencé a escuchar de primera mano a sus allegados: los viajes, su forma de ser, su forma de negociar, sus amores, sus picardías, su carácter, su determinación, su ambición, su manera; encontré tras el ícono a un personaje fascinante más allá de lo evidente y de todos los logros profesionales. Me tracé una meta: «ahora que comienzo a comprender a Sofía, necesito hacerle un retrato». El resto es historia, pueden ir y disfrutarlo en la sala. Los detalles me los reservo para evitar el «spoiler».

No niego que siento algo de culpa porque quizás esté «matando al ícono», pero creo que mostrar esa verdadera esencia es de un valor incalculable para todos aquellos que como yo, no tuvimos el privilegio de conocerla en vida, mucho menos como realmente era. Vivika -mi hija mayor- me dijo algo que retumba en mi cabeza: «no hay nada más Sofía que volver a romper el molde.  Humanizar a un icono es, en esa misma línea, lo más Sofía que alguien pudo haber hecho nunca».

Han sido meses de mucho pensar, trabajar y materializar. Aquel retrato se convirtió en una instalación que hoy es una puesta en escena y que les invito a no dejar de ver. Una vez puesta la última pieza en la sala, me senté en el centro a contemplar todo aquello, y les confieso que me abrumó, así como los comentarios de las mismas personas cercanas con las que he estado trabajando de la mano todo este tiempo.

De toda esta experiencia me quedo con la frase de un Nicomedes Febres casi mudo en la sala: «Esto solo me ha hecho recordar que tenemos prohibido olvidar».

Vivimos tiempos con un contexto extraño, incluso a veces olvidamos que fuimos un país, había olvidado que no siempre hemos sido esto, que tenemos un futuro; quizás sea tiempo de «conocer a Sofía» y recordar todo aquello que podemos ser.

Ricardo Arispe

1 comentario

  1. Laure Martínez

    Buenas tardes, excelente trabajo, una exposición llena de sentires que retrata a una Sofía desconocida para el resto.
    Quisiera saber quién es el fotógrafo del retrato donde aparece su rostro dividido por una línea.

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