Entre los susurros del viento y la suave caricia de las espigas, me alzo, AVA, como una voz en el vasto silencio de los campos de trigo y maíz. ¿Por qué no nos interesa? Me pregunto, mientras mi desnudez se funde con la tierra fértil, desafiando la indiferencia que cubre nuestros ojos ante la forma irresponsable en que producimos nuestros alimentos. En cada tallo que se mece al compás de mis pasos, veo reflejada la desigualdad en la distribución y acceso a estos recursos vitales.

En este océano dorado de granos, mi cuerpo se convierte en un emblema de la lucha por los derechos humanos, por una alimentación digna para todos. Desnuda ante la mirada indiferente del cielo, alzo mis brazos en un gesto de protesta, desafiando el status quo que perpetúa la injusticia y el hambre en el mundo. ¿Por qué no nos interesa el sufrimiento de nuestros hermanos, la desigualdad que devora vidas mientras nosotros nos saciamos en abundancia?

Que mi desnudez entre los cultivos sea un llamado urgente a la conciencia, a abrir los ojos y el corazón a la realidad que nos rodea. Que cada brizna de hierba que acaricia mi piel desnuda sea un recordatorio de nuestra responsabilidad como seres humanos, de nuestra capacidad para cambiar el rumbo de la historia. En la comunión con la tierra que nos nutre, encontramos la fuerza para luchar por un mundo donde cada ser humano tenga acceso equitativo a los alimentos que sustentan la vida.

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