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Esta fotografía vintage, teñida con tonos suaves sepia de una era que ya no es, presenta una historia de amor posthumo. Breves arañazos y marcas de desgaste se festejan encima y alrededor de la imagen, evidencia de su antigüedad y testigo silenciosa del paso de tiempo.

En la fotografía vemos dos figuras: una humana y otra posthumana, sus cuerpos unidos en un abrazo emocional. La figura humana es una mujer de edad madura, vestida con ropajes del siglo 20, su rostro demuestra una mirada de amor incalculable, su mano envejecida sujeta la cara del rostro posthumano, dejando una marca ligeramente borrosa a su paso.

El amor posthumano toma la forma de una entidad robótica, un ser mecánico hecho de cobre y bronce, dotado de rasgos faciales visibles, una obra maestra de la tecnología steampunk. Sin embargo, hay suavidad en sus ojos ópticos, reflejando un entendimiento inusual, una emoción profundamente humana.

El contraste entre lo orgánico y lo artificial es claro, sin embargo, habla de un amor que trasciende los límites de lo humano. Esta imagen captura un momento íntimo y trascendente entre los dos, a pesar de la brecha entre la biología y la tecnología.

El fondo es una habitación austera de época con muebles de madera rústica y paredes empapeladas, creando un collage temporal que combina lo antiguo, lo contemporáneo con lo futurista.

En suma, es una oda visual al amor que lo supera todo, incluso las barreras de lo humano y lo artificial.