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La fotografía estenopeica nos muestra a través de una mirada etérea y fantásticamente surrealista dos seres híbridos frente a frente en un paisaje enigmático. Estas figuras parecen fundirse en una simbiosis perfecta de humanos y aves, con las cabezas de los gallos y la complexión humana.

Los tonos monocromáticos, propios de la técnica estenopeica, confieren misterio y una sensación casi onírica a la escena. Las siluetas contrastan fuertemente contra un cielo pálido y llano. Sus cuerpos están vestidos con trajes del siglo XIX, con chalecos, abrigos y sombreros de copa, lo que refuerza la atemporalidad de la obra.

Los seres parecen estar interactuando, uno gesticula hacia el otro mientras el otro parece estar en una postura más recluida y pensativa, dando una sensación de diálogo entre los dos. Todo esto sucede en medio de un paisaje surrealista, con montañas abstractas y onduladas, de perfiles suaves y nebulosos que parecen desvanecerse en el cielo blanco iridiscente.

También se nota cierto grano y desenfoque, características inherentes a la fotografía estenopeica, que le dan a la imagen un toque romántico y casi místico. Aunque es una escena estática, se puede sentir cierto impulso y energía entre los personajes retratados.

La fotografía estenopeica en cuestión incita a la reflexión sobre la relación del hombre con la naturaleza y la necesidad de coexistir y dialogar con ella.