Vidas en tránsito
Lourdes Peñaranda
“No te sientes ni de allá, ni de aquí”
Artista multidisciplinar.
Venezolana.
Reside en Barcelona, España.
Foto: Nathalie Sayago.
Lourdes Peñaranda es una artista multidisciplinar venezolana cuya pasión por el arte la llevó a combinar, desde muy joven, diversas disciplinas creativas. Nació y creció en Maracaibo, una ciudad donde la humedad y las altas temperaturas formaban parte de la cotidianidad. Allí comenzó a formarse no solo como artista, sino también como arquitecta y docente universitaria. Sin embargo, los años previos a su salida de Venezuela estuvieron marcados por el progresivo deterioro socioeconómico y la violencia en las calles, especialmente durante las protestas estudiantiles conocidas como “guarimbas”. Estos sucesos la afectaron emocional y físicamente, provocándole ataques de ansiedad que la forzaron a replantearse su permanencia en el país.
Su trayectoria dentro del mundo artístico en Venezuela tuvo un punto culminante cuando asumió la dirección del MACZUL (Museo de Arte Contemporáneo del Zulia). Este rol fue un gran desafío personal, pues implicó encargarse no solo de la parte creativa, sino también de labores de gestión y administración, campos que hasta ese momento no había explorado. Durante casi cuatro años, se dedicó a abrir el museo a un público amplio, a pesar de la creciente crisis que afectaba el funcionamiento básico de la institución. Con todo y las dificultades, Lourdes lo describe como un período de gran crecimiento, ya que no solo consolidó su labor curatorial y organizativa, sino que también se vio obligada a desarrollar estrategias de supervivencia cultural en una Venezuela cada vez más convulsa.
Finalmente, la situación de inestabilidad, sumada a las complicaciones físicas que se derivaron de vivir en un entorno que constantemente amenazaba su salud mental, la convenció de migrar. Al llegar a Barcelona, descubrió un contexto artístico muy distinto: las puertas de las galerías eran difíciles de abrir y los espacios tenían otra dinámica, más cerrada y competitiva, en gran parte por la importancia que allí se concede al arte catalán. No obstante, encontró una vía para continuar su crecimiento profesional a través de residencias artísticas y de la búsqueda de convocatorias internacionales. En ellas halló oportunidades para relacionarse con otros creadores y empezar de nuevo, a pesar de sentir aquel vacío de no pertenecer del todo ni a Venezuela ni a España.
Lejos de dejarse vencer por las barreras que enfrentó —como la imposibilidad de ejercer la arquitectura por cuestiones burocráticas—, decidió centrarse en su faceta artística. Su obra, de fuerte carga conceptual, se ve influenciada de manera permanente por las reflexiones en torno a la migración, la identidad y el contexto sociopolítico. A pesar de todo, Lourdes Peñaranda continúa adelante con un propósito claro: seguir creando sin detenerse, mantener vivo ese impulso que la llevó a dirigir un museo en tiempos de crisis y a emprender un nuevo capítulo de su vida profesional, lejos de su tierra natal.
Pasado, presente y futuro
Imágenes: AVA.
Lourdes Peñaranda en el futuro
El futuro de Lourdes se vislumbra como el de una creadora que seguirá evolucionando tanto en lo artístico como en lo humano. Gracias a la experiencia acumulada en Venezuela —con todos los retos que implicó dirigir un museo y gestionar proyectos en un entorno complejo—, ha desarrollado una gran capacidad de adaptación y resiliencia, cualidades que resultan fundamentales para abrirse paso en el competitivo mundo del arte europeo. Su inquietud intelectual y su visión multidisciplinar seguramente la llevarán a explorar nuevas formas de expresión, enriqueciendo proyectos donde la migración, la pertenencia y la memoria colectiva cobren protagonismo.
Es muy probable que en los próximos años consolide su presencia en circuitos internacionales, ya sea mediante residencias artísticas, exposiciones o colaboraciones con otros creadores y curadores. Su experiencia profesional como gestora y su sólida formación en arquitectura y artes conceptuales podrían abrirle puertas en espacios donde se valoren ambas perspectivas: la del artista y la de la planificadora cultural. Además, su clara conciencia de género y su interés por la comunidad migrante podrían canalizarse en proyectos que combinen arte, inclusión social y reflexión identitaria, temas muy presentes en la agenda cultural contemporánea.
De igual modo, es previsible que Lourdes mantenga lazos con el panorama artístico latinoamericano, pues esa conexión con sus orígenes y con la realidad de Venezuela está muy arraigada en ella. Esto podría traducirse en colaboraciones, exposiciones itinerantes o proyectos de intercambio que acerquen a artistas y públicos de ambos contextos. El hecho de que ejerza una práctica tan diversa —por ser artista multidisciplinar— le concede la flexibilidad para adaptarse a distintos espacios expositivos y formatos creativos, desde galerías tradicionales hasta museos y plataformas digitales.
En el plano personal, su determinación para aprovechar cada oportunidad y su empeño en no dejar de crear presagian un desarrollo continuo de su carrera. Seguirá creciendo profesionalmente, pero también reforzará su propia narrativa: la de una mujer migrante que, con esfuerzo y talento, abre camino en la escena cultural de un país nuevo sin renunciar a su pasado. Así, Lourdes se proyecta como una figura que seguirá aportando una voz única e imprescindible, tanto en las discusiones sobre el arte contemporáneo como en los debates sobre la identidad, la memoria y la migración.
Imágenes: AVA.
Música: Nuevos Horizontes. JMR01, 2024 (Cortesía).
Video: Febo.
La entrevista
Soy Lourdes Peñaranda, artista multidisciplinar y soy venezolana.
¿Qué circunstancias te llevaron a migrar?
La situación en Venezuela se estaba poniendo cada vez más difícil y las guarimbas de los estudiantes fueron como la gota que derramó el vaso. Me dieron dos ataques de ansiedad en un periodo de dos semanas y, cuando fui al doctor pensando que estaba desarrollando asma por el tema de los aires acondicionados en Maracaibo —o sea, cuando se empezaban a dañar los aires acondicionados en el museo—, me hicieron unos exámenes y todo salió bien. La doctora me dijo: “No, a ti lo que te dio fueron dos ataques de ansiedad”, y fue cuando decidí que me tenía que ir porque no podía continuar en el país; me iba a enfermar.
¿Seguro tú lo viviste también, eh? Llegábamos de repente un lunes y estaba todo lleno de moho porque se habían dañado los aires el fin de semana y, claro, ahí no se ventila. En Maracaibo hay demasiada humedad y yo pensaba que mi problema era por eso, porque justo en ese tiempo desarrollé una bronquitis también. Pero cuando la doctora me dijo que no, que habían sido ataques de ansiedad, comprendí que era el momento de irme.
¿Qué recuerdos de tu vida anterior en Venezuela conservas?
A ver… Bueno, creo que una de las cosas que fueron muy importantes fue dirigir el MACZUL. Para mí fue como un antes y un después, de alguna manera. También fue un cierre en Venezuela porque estuve casi cuatro años allí y tuve que desarrollar una nueva etapa en mi vida. Siempre he estado ligada al arte con mi práctica personal, pero la gestión y la parte administrativa nunca las había ejercido. Fue un gran reto.
¿Cómo describirías el impacto de tu vida en Maracaibo —de esa experiencia en el MACZUL— en tu identidad artística actual?
El impacto de la experiencia del MACZUL en mi carrera como artista me ayudó a crecer mucho, a ver un panorama un poco más amplio. Pero, directamente, mi carrera artística estuvo un poco al lado, porque de hecho yo estaba programada para exponer en el MACZUL en 2015, y lo primero que hice fue quitar mi exposición de la programación. De alguna manera, sobre todo el primer año, tuve que bajar mi producción artística por asumir todas estas cosas que eran casi todas nuevas para mí. Pero luego lo empecé a compaginar y lo hice sobre todo con residencias internacionales.
Yo justamente había pedido un año sabático en la Universidad del Zulia, donde daba clases de Diseño en Arquitectura, porque me sentía agobiada con la situación en Venezuela. Justo cayó en el tiempo del MACZUL, así que me fui a estas residencias de un mes buscando oxígeno para poder volver y seguir con todo. Cada día la situación del país se ponía más difícil, así que lo fui compaginando de esa manera.
Tuve muy buenos trabajadores en quienes podía delegar, pero el MACZUL se fue haciendo muy grande. Era el único museo que existía en Venezuela en ese momento y yo quise aprovechar esa oportunidad. Entonces, toda Caracas quería venir a exponer allí.
¿Qué elementos culturales de tu país llevas contigo en tu obra?
He trabajado mucho el tema de la migración. Justo antes de venirme, en la última exposición que tuve en Caracas, en D’Museo, abordé una breve historia del color en Venezuela: los colores políticos, el verde, el blanco y el rojo, que están muy marcados. Como soy artista multidisciplinar, con una carga muy fuerte de lo conceptual, los proyectos se generan un poco por ideas, por cosas que pienso. Pero el tema de Venezuela muchas veces ha incidido en mi obra.
¿Cuál ha sido el desafío más grande que te ha tocado enfrentar como migrante?
Creo que son muchos. Es muy duro al principio, porque no te sientes ni de allá ni de aquí. Estás como en un limbo. Tienes que planteártelo como algo positivo y de crecimiento, porque, si no, no lo logras. Pero creo que lo más difícil ha sido tener que comenzar de nuevo. Aquí tuve que empezar de cero: enviar convocatorias, entender cómo va la cosa, comprender qué palabras no podía decir porque están como vetadas.
De hecho, el año pasado cambié mi “statement”. Decía lo mismo, pero con las palabras que quieren escuchar, para que entiendan que mi trabajo es actual y que podría interesarles. Creo que eso ha sido una de las cosas más difíciles.
¿Cómo ha influido la migración y toda esta experiencia en tu trabajo como artista?
Mi trabajo es muy conceptual, sobre pensar cosas aquí y allá. Por supuesto, el contexto local te afecta de alguna manera. Ahora mismo no me viene ninguna obra específica para dar como ejemplo, pero la migración, sin duda, influye.
¿Qué diferencias encuentras entre el contexto artístico que viviste en Venezuela y el contexto de acá en Barcelona?
Aquí es diferente, es otro mundo. En Venezuela era algo que empezó por acumulación de años, porque empecé a exponer desde los 18. Allí participaba en salones, te iban conociendo, alguna galería te llamaba, y así ibas creciendo. Fue muy progresivo.
Al llegar aquí, el mundo de las galerías, sobre todo en Barcelona, es muy cerrado. Es difícil entrar. Además está el tema del arte catalán, que está primero que todo, así que romper eso cuesta mucho. Pero existen las convocatorias de residencias, que son muy fuertes. Descubrí que por ahí había una manera de entrar. En Venezuela lo de las residencias no está tan desarrollado. Sí hay algunas —yo misma intenté implementar algo así cuando estaba en el MACZUL—, pero no es lo mismo. Aquí hay gente que vive de residencias todo el año, no solo estas de larga temporada, sino también de uno, dos o tres meses para desarrollar un proyecto y volver.
Por ahí puedes ir entrando en ese mundo del arte, no solo local o catalán, sino también español.
¿Cómo percibes la relación de tu historia personal como migrante con la historia de otros?
Justo empecé a trabajar esta semana como moderadora de contenido en Facebook. Somos como diez venezolanos en un grupo de veintitantos, estamos en entrenamiento. Y una de las cosas que veo como denominador común es que muchos éramos algo distinto en Venezuela —ingenieros, arquitectos— y ahora estamos empezando de cero en trabajos que no requieren más formación que saber idiomas y tener bachillerato, prácticamente.
Muchos tenemos una educación alta, pero aquí es difícil poder utilizarla o entrar por esa vía. Por ejemplo, yo soy arquitecta y aquí es imposible. El Colegio de Arquitectos no homologa. Solo podría ejercer a nivel docente, pero, aunque hice una maestría y un doctorado aquí, el sistema sigue pagando menos a las mujeres que a los hombres, aunque tengan los mismos títulos o doctorados. Además, para homologar el título a nivel de colegio de arquitectos, tendría que hacer casi tres cuartos de la carrera otra vez, algo imposible. Así que descarté la arquitectura y decidí intentarlo con el arte, porque eso sí lo puedo hacer por mi cuenta.
¿Mantienes tus labores de Arquitecto o de Artista?
No, solo las de artista. La arquitecto se quedó allá.
¿Qué sueñas lograr con tu arte?
Seguir haciendo cosas, seguir desarrollando proyectos y produciendo obra, no parar.
Si pudieras crear una obra que represente tu futuro, ¿cuál sería?
¡Uf, qué difícil! No sé. Mi futuro lo quiero ver así, siguiendo con lo que hago, sin parar, teniendo la oportunidad de continuar. Lugares como este espacio de residencia me dan esa oportunidad de no dejar de hacer. Creo que eso representa mi futuro.
Imágenes: AVA.